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La crisis de COVID-19 llevará al Ecuador más cerca o más lejos del post-extractivismo?

Por Carolina Valladares* y Karolien van Teijlingen**


Ni bien nos habíamos encerrados en nuestras casas, y los analistas internacionales lanzaron la pregunta del millón: ¿significará el coronavirus el final del capitalismo? Apoyados en las imágenes del colapso del comercio global y la caída de las bolsas de valores por un lado, y del surgimiento masivo de redes de solidaridad, del consumo local y de la producción casera de alimentos por otro, muchos se atrevieron a decir que sí. Slavoj Zizek, por ejemplo, anunció una transición a una “sociedad alternativa” 1, mientras Vandana Shiva lanzó su llamada para la construcción de una “economía de solidaridad” 2. En la academia la narrativa sobre un horizonte poscapitalista tomó vuelo, y proponentes del decrecimiento por fin vieron cómo sus llamados por “un futuro en que vivamos mejor con menos” calaban en amplios sectores, por fuerza o convicción.



En América Latina también resonaba esta narrativa, pero se enfocaba específicamente en la expresión más feroz y criticada del capitalismo global en el continente: el extractivismo. Para muchas economías latinoamericanas dependientes en la exportación de materias primas, la pandemia implica un momento de quiebre para profundizar o comenzar a salir del extractivismo. Es difícil imaginar un mejor escenario como el actual para incentivar una transición: una baja demanda de combustibles fósiles y una economía más lenta en un contexto de crisis climática. Pero ¿qué rumbo toman los países latinoamericanos? Mientras los cielos limpios y azules de las primeras semanas de confinamiento poco a poco vuelven a llenarse de smog, usamos el caso de Ecuador para analizar si los cambios que ha disparado la pandemia llevaron a una profundización del extractivismo, o si siguen siendo una oportunidad para cambiar.

En América Latina la emergencia sanitaria por el virus Covid-19 llegó en momentos en que la región atravesaba una ola de movilizaciones sociales, inestabilidad política y económica. La pandemia sirvió para visibilizar aún más la inequidad que caracteriza al continente y la debilidad de los servicios públicos. En el caso de Ecuador, gran parte de por qué el virus nos encontró en tan malas condiciones tiene que ver con la resaca del fin de un ciclo de altos precios de las materias primas en el mercado global. El boom petrolero (2003-2014) trajo ingentes recursos que se invirtieron en infraestructura, pero no nos guió – ni remotamente – hacia la prometida transición al posextractivismo. Alentados por los altos precios de las commodities el gobierno de entonces incluso apostó a inaugurar la megaminería en el 2009. Al terminar el boom de los commodities, Ecuador entró en una crisis económica que le condujo a pactar con el FMI. El escenario de ajuste estructural que marcó los años previos a la pandemia es ahora aún más grave con la caída inédita de los precios del petróleo. El Fondo Monetario Internacional prevee que Ecuador, junto con México, sería uno de los países más afectados por la pandemia en tiempos de recesión económica. El Banco Central del Ecuador prevé que la economía ecuatoriana decrecerá entre 7,3 y 9,6%. Este escenario pone a los gobernantes y a la sociedad ecuatoriana a tener que elegir entre la flexibilización ambiental para promover una recuperación económica igual de dependiente en la exportación de materias primas, o aprovechar el doloroso remezón para construir desde los cimientos economías más inclusivas, sólidas y responsables con la naturaleza.


Lastimosamente la respuesta de gobiernos como el de Ecuador ha sido apostarle a la extracción de materias primas como primera opción, la opción de siempre. Aumentó la presión sobre los territorios de donde se pueden extraer materias primas. Ahora que los ingresos petroleros prácticamente han desaparecido, y en algunos casos los costos de producción resultan más altos, se redoblan las apuestas por la minería metálica a gran escala como tabla de salvación. Según declaraciones del Ministro de Energía “el futuro del Ecuador estaría en la minería”. Y para realizar este futuro no hay que perder el tiempo: “Vamos a trabajar con mayor velocidad...vamos a aprovechar de esta crisis la oportunidad de monetizar todo lo que estaba pendiente”, declaró el ministro refiriéndose a la importancia de acelerar proyectos mineros y petroleros para generar holgura en las finanzas públicas .



Para tal efecto, el gobierno ha propuesto bajar los requerimientos ambientales para empresas mineras y se están tramitando cambios a la Ley de Participación Ciudadana para limitar las posibilidades de las comunidades a organizar procesos de consulta popular. Una evidencia de la despreocupación por los impactos es el manejo de la ruptura de los oleoductos SOTE y OCP el 7 de abril del 2020 que produjo el mayor derrame de hidrocarburos de los últimos 15 años. La contaminación de los ríos dejó sin agua ni pesca a las comunidades amazónicas indígenas y campesinas durante la pandemia y la remediación ha sido totalmente inadecuada. El derrame de petróleo llegó a las zonas más sensibles del Parque Nacional Yasuní (PNY), la zona protegida más importante del país, en donde, como si fuera poco, se aprovechó la pandemia para construir una nueva vía petrolera. Finalmente, la adquisición de nuevas deudas con China – financiados con petróleo – condicionarán al Ecuador seguir explotando sus recursos naturales en el futuro. Todo esto muestra que el manejo de la crisis sanitaria y económica llevará a la profundización de la condición primario exportadora del país, y no a su fin.


Optar por la segunda opción es, sin embargo, impostergable tomando en cuenta la urgencia de frenar el cambio climático; la crisis más devastadora que enfrenta la humanidad. La pandemia es un síntoma de la destrucción ambiental, donde la deforestación y tráfico de especies constituyen un riesgo del traspaso de virus de animales a humanos. El mundo, en general, y Latinoamérica en particular ya no puede permitirse perder más ecosistemas y mantener economías frágiles y dependientes de los mercados globales. Apostarle a combustibles fósiles y minería en el actual contexto es además un movimiento arriesgado desde una perspectiva económica. El petróleo habría alcanzado su pico en el 2019, las energías renovables son más baratas, y nuevas inversiones en combustibles fósiles pueden terminar como ‘stranded assets’ por los compromisos de París para mantener una temperatura máxima de 1.5 grados y las desinversiones en estos sectores. La pandemia, sin duda, cambiará la frecuencia y distancias de transporte. No sólo se viajará menos, sino que además es una oportunidad para acortar las cadenas de abastecimiento que movilizan mercancías alrededor del mundo. Tales tendencias hacen al modelo extractivista cada vez más obsoleto e inviable.





Donde los gobernantes solo han respondido con más petróleo y más minería, varios grupos de la sociedad han mostrado durante la pandemia que sí se pueden hacer las cosas de otra manera. En Ecuador, surgieron un sinnúmero de proyectos de apoyo solidario a familias en situación de vulnerabilidad en barrios urbanos y comunidades rurales. Campesinos para quienes se cerraron sus canales ordinarios de comercialización se unieron para entregar alimentos a los más necesitados. A pesar de que el gobierno cerró a los mercados agroecológicos, creció la demanda por productos agroecológicos y locales desde las ciudades. Comenzaron así a circular opciones de canastas de cooperativas agroecológicas en redes sociales que antes nunca pudieron llegar a un público de esta magnitud. Las grandes ciudades, antes símbolos del progreso, se volvieron lugares inhóspitos y focos de contagio. Quienes podían, buscaron salir y regresar a las comunidades rurales de origen o sus casas de campo, para descubrir o retomar ahí prácticas como el trueque y cultivo de alimentos para autosustentarse. La pandemia puso en evidencia la necesidad de contar con cobertura y acceso a servicios públicos como agua potable, saneamiento y atención médica. Se multiplicaron los llamados a fortalecer un manejo ético de lo público. Finalmente, tanto las empresas e instituciones como sus empleados experimentaron las posibilidades del teletrabajo y el alivio de una ciudad sin tráfico. En Quito, el uso de la bicicleta aumentó con un 600% lo que incentivó al municipio construir nuevas ciclo vías.


Estos ejemplos dan cuenta de cómo se priorizaron procesos autónomos y autogestionados, cadenas de abastecimiento cortas y en lo posible locales, servicios públicos, un menor uso de combustibles fósiles y una revalorización de prácticas que se han relacionado de alguna manera al ‘retraso’. En pocas palabras, la pandemia nos forzó a probar comportamientos, patrones de consumo y valoraciones nuevas que – más que cualquier ‘innovación’ de la economía verde – nos pueden ayudar a forjar un modelo alternativo al extractivismo. En un país tan inequitativo como Ecuador, no es de sorprender que varias de estas alternativas, aunque no todas, hayan venido de las clases medias, mientras hay familias que se encuentran en modo de supervivencia. En lugar de arrasar la naturaleza que queda y privilegiar una visión miope y cortoplacista de desarrollo, el país puede estimular las iniciativas que surgen desde la sociedad para construir una nueva economía acorde con los retos de nuestros tiempos. El desafío es entonces atizar estas chispas de transformación para que prendan el fuego de la justicia social y ambiental. Solamente sobre las cenizas de un Estado extractivista y excluyente será posible construir un modelo económico que realmente mejore las condiciones de vida de la gente y sus ecosistemas.


* Carolina Valladares realiza su investigación de doctorado en CEDLA, en el proyecto “Leave Fossil Fuels Underground”

**Karolien van Teijlingen se doctoró en CEDLA (2019) y actualmente realiza su investigación posdoctoral en el departamento de antropología cultural y estudios de desarrollo de la Universidad Radboud.


3 Uno solo necesita ingresar términos como COVID y poscapitalismo en Google académico para tener una idea de esta nueva narrativa.

5 PRIMICIAS (2020): “México y Ecuador serán los países más golpeados por la crisis, advierte el FMI” (14/04/2020). Disponible en: https://www.primicias.ec/noti cias/economia/mexico- ecuador-mas-golpeados- crisis-covid-fmi/.

7 Tweet desde la cuenta oficial del Ministerio de Recursos y Energía EC, del 22 de abril del 2020. @RecNaturalesEC

8 Entrevista René Ortiz, Teleamazonas. 13 de marzo 2020. https://www.youtube.com/watch?v=uwmosIF70ls

9 https://ddhhecuador.org

10 https://geografiacriticaecuador.org/2020/04/08/mapa-de-la-afectacion-por-el-derrame-en-el-rio-coca/

11 https://www.planv.com.ec/historias/sociedad/el-derrame-crudo-abril-llego-una-zonas-mas-sensibles-del-yasuni

12 https://ddhhecuador.org/sites/default/files/documentos/2020-06/Alerta%2047.pdf

13 http://www.leavefossilfuelsunderground.org/wp-content/uploads/2018/07/SDG_Policy_brief_9-on-Stranded-Assets-and-Climate-Change-final-2.pdf

15 Por ejemplo: https://www.quericoes.org/2020/05/02/quedate-en-casa/

16 Ver por ejemplo: https://ecuadortoday.media/2020/04/14/la-gente-en-ecuador-no-esta-muriendo-de-covid/


Pictures: "UNICEF/ECU/2020/Diéguez"by UNICEF Ecuador is licensed under CC BY 2.0

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