Esteban Ramírez Hincapié, CEDLA La pandemia del Covid-19 ha acelerado el cambio en la forma en que se consume información en Colombia. Desde hace ya algunos años, este consumo se ha ido trasladando de los medios masivos tradicionales del país (por ejemplo Caracol, RCN y la Revista Semana), a personas, colectivos, y medios independientes que realizan una curaduría e investigan de manera detallada lo que los grandes medios pasan por alto. En particular, lo que la pandemia ha acelerado ha sido la acogida por parte de nuevas audiencias de estos “otros” medios en la clase media, educada, y urbana colombiana.
Con muchas horas en casa, y con un sobre flujo de información que va desde las narraciones tipo espectáculo de entrenamiento sobre la pandemia, hasta las teorías conspirativas contadas por expertos de YouTube, esa clase media urbana ha tenido tiempo suficiente para aprender a modificar y para escoger, con mayor atención, lo que consume. Sin los agites cotidianos de las grandes ciudades y sin pasar horas atrapados en un carro o en transporte público, muchas de estas personas han empezado a buscar historias contadas por diferentes voces; narrativas que se sientan más propias, y que los acerquen un poco más a entender las diferentes realidades del país.
Los formatos en los que se presenta este tipo de contenido incluye a todo el espectro de nuevos medios. Por ejemplo, en YouTube, los canales de Wally Opina, La Pulla, Las Igualadas, y Levy Rincón (Notiparaco), todos canales que abarcan temas de actualidad nacional con posiciones políticas definidas, han tenido un incremento notable tanto en visualizaciones como en número de suscriptores. En el mundo del Podcast, Presunto Podcast, se ha transformado en un gran curador sobre la manera en que los medios masivos tradicionales cubren lo que ellos consideren hechos noticiosos. En los medios tradicionales (televisión y radio) el único medio de información independiente que sobrevive es NoticiasUno, un noticiero con más de 20 años de trayectoria y quien ha sido uno de los pocos que ha hecho periodismo como contrapeso al poder de turno (fueron ellos quienes por primera vez en 2006 denunciaron a los falsos positivos del ejército colombiano, por ejemplo). En noviembre pasado NoticiasUno estuvo a punto de salir del aire, pero gracias a las donaciones recibidas a través de Vaki, un crowdfunding colombiano, lograron asegurar su estabilidad económica al menos por un año más.
La joya de la corona durante la pandemia ha sido la serie “Matarife, un genocida innombrable.” En un formato hecho para el consumo rápido y en teléfonos móviles, cuenta en episodios de 3 a 6 minutos, y a manera de relato histórico combinado con investigación periodística, las estrechas relaciones entre las mafias colombianas y la clase política. La serie se distribuye principalmente a través de WhatsApp y Telegram, y sus productores (el periodista e investigador Daniel Mendoza con colaboración de ONGs de Estados Unidos, Australia y Colombia), se han asegurado desde ya que los 50 capítulos que la componen salgan al aire.
Matarife a su vez ha producido dos grandes movimientos a nivel del consumo de información en el país. El primero ha sido el de articular y presentar de una manera dinámica, parte de la historia reciente del país a las generaciones que eran niños o apenas estaban por nacer entre finales de los 80 y principios de la década del 2000. Lo segundo es que esa historia ha ayudado a que los eventos del presente, las masacres y asesinatos de líderes sociales, los actos de corrupción del estado, y los constantes “deslices” de los militares, tomen sentido histórico con una perspectiva de largo plazo (o como una forma de posicionar el presente). Más allá de lo confiable o no que sea el contenido de la serie, lo cierto es que su impacto, en conjunto con el resto de nuevas narrativas y formatos desde los que se está contando el país, está produciendo cambios tangibles.
Un ejemplo concreto de este cambio se vio en la caída abrupta de la imagen del ejército colombiano. De tener niveles de aprobación por encima del 80 por ciento, en tan sólo un mes su imagen cayó al 48 por ciento, una cifra histórica para los últimos 20 años de la institución.* A pesar de las múltiples violaciones de derechos humanos, crímenes de guerra, alianzas con grupos paramilitares, y los recurrentes casos de falsos positivos que se vienen denunciando desde el año 2007, fueron las más recientes violaciones sexuales a menores de edad perpetuadas por parte de soldados, quienes provocaron la drástica caída. Aunque no es la primera vez que una denuncia de este tipo sale a la luz, si es la primera vez que afecta de manera significativa la imagen del ejército.
La pandemia ha vuelto a la realidad colombiana, y en general a la latinoamericana, algo inescapable para sus ciudadanos. En particular para Colombia, los conflictos sociales y los problemas estructurales que por años encontraron su cortina de humo en la guerra contra la guerrilla de las Farc, y que habían empezado a emerger tras los acuerdos de paz del 2016, han quedado al desnudos. Pero mientras para la clase media, urbana, y educada esta pandemia está haciendo la diferencia para distanciarse de las políticas y tácticas de distracción del gobierno (entre ellas una mala copia del programa chavista “Aló Presidente” llamado “Prevención y Acción” del presidente Ivan Duque, además de un día sin impuestos que los medios internacionales llamaron el “Covid-Friday”), para la gran mayoría de la población que vive del día a día, y a los que la pandemia no ha dejado con más opción que prestarle atención a lo urgente (buscando maneras de sobrevivir tanto en lo económico como en la propia seguridad física), las posibilidades de consumir medios de otra forma aún parece distante.
Las Igualadas: https://www.youtube.com/channel/UCqTbeZBXruMeD5ySS42Q5cQ
Presunto Podcast: http://presuntopodcast.com/
Noticias Uno: https://www.noticiasuno.com/
*Ver nota en El País: https://elpais.com/internacional/2020-07-04/el-ano-horrible-de-las-fuerzas-militares-de-colombia.html
Esteban Ramírez Hincapié es antropólogo, investigador de medios y doctorante del CEDLA-Universidad de Amsterdam. Tiene una trayectoria de más de 10 años de trabajo con medios comunitarios y ciudadanos en zonas de conflicto armado en el sur de Colombia.
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